“Nos queda mucho por avanzar para superar una brecha cultural sobre los mitos que existen entre universidad e industria” 

Entrevista a Silvana Becerra, Subdirectora de Innovación UANDES, y Presidenta de la RedGT.


La Subdirectora de desarrollo tecnológico y comercialización de la Universidad de los Andes lidera un proyecto que podría provenir de cualquier economía avanzada y con alta capacidad científico-tecnológica. El proyecto Gel-X, una investigación aplicada que utiliza los residuos de la industria salmonera, extrae colágeno de salmón por medio de una tecnología en vías de ser patentada.  Gracias a las propiedades de este colágeno y a las normas internacionales de trazabilidad de la industria, los investigadores han logrado una amplia gama de aplicaciones que van desde la extensión de vida útil de filetes de salmón, parches cicatrizantes y una biotinta para la impresión de órganos 3D. Los investigadores se han adjudicado fondos Fondef y tienen el apoyo del fondo de inversión Inversiones Chacabuco para investigación y escalamiento de productos del área alimentaria. ¿Cuál es el problema? La falta de financiamiento permanente para proyectos de esta envergadura y su posterior escalamiento que tienen a Gel-X a la espera de inversionistas para la instalación de una planta para procesamiento de  subproductos del salmón.

Las industrias que no innovan se van quedando atrás (…) hay que avanzar en la búsqueda de soluciones más sustentables e incorporar procesos de economía circular en los negocios, reflexiona la presidenta de la Red GT sobre las inversiones en pandemia.

¿Cómo surge la investigación de este tipo de colágeno?, ¿Nos puedes contar un poco la historia de este proyecto?  

En 2013 investigadores del Centro de investigación e Innovación en Biomedicina, centro que trabaja en el área de alimentos, biomateriales y cultivos celulares- evaluaron este producto del área de alimentos para su uso en el área biomédica. Con algunas modificaciones se logró una biotinta para la impresión 3D, pensando en la impresión de órganos 3D, que es una tecnología que se está desarrollando en economías avanzadas y que requiere de un material adecuado para soportar un crecimiento de células. Esta plataforma comenzó con aplicaciones intermedias como la extensión de la vida útil de filetes de salmón y también tenemos el desarrollo de parches que permiten una cicatrización rápida.

¿Por qué la investigación eligió a la industria salmonera?

Había mucha materia prima: somos el segundo productor a nivel mundial, después de Noruega. Por otra parte, la producción cuenta con una normativa de calidad internacional que permite que todos los productos sean identificados y trazados rápidamente. A partir de un filete de salmón disponible en cualquier parte del mundo puedes hacer trazabilidad y llegar a la jaula o a la ova desde donde vino el pez. Esa trazabilidad es muy importante pensando en aplicaciones biomédicas.

También es un hecho conocido que la mitad de la producción se destina al consumo humano, mientras que la otra se considera residuo. El precio de la harina de pescado fluctúa entre 1.000-1.100 dólares la tonelada, mientras que el precio de un kilo de salmón entre 6-7 dólares. Había una oportunidad para dar mayor valor agregado a los residuos orgánicos.

¿El salmón tiene propiedades específicas en comparación con otros productos?

Este colágeno tiene características especiales porque los salmones son peces de agua fría que deben tener su cuerpo fluido a temperaturas muy bajas, lo cual tiene beneficios al manipularlo en una planta de alimentos.  Esta característica le da una ventaja por sobre el colágeno bovino y porcino, ya que se solidifica.

¿En otras partes del mundo se han hecho estudios para extraer colágeno de salmones?

Lo más común es el colágeno bovino y porcino. También se extrae colágeno de otras especies marinas y este ha tenido un auge por la industria cosmética, farmacéutica y alimentaria, en especial, para aquellas personas que no comen bovino o porcino por principios religiosos (certificación kosher y otras). Nuestro colágeno no es el producto final, como en el proceso antiguo de extracción, sino que vamos incluyendo distintas modificaciones químicas o bioquímicas que nos permiten contar con el producto final que están reivindicadas en la patente.

¿Cuál ha sido la acogida desde la empresa privada al colaborar y contribuir en investigación científicas aplicadas?

Son tantos los años de investigación que se genera una relación de confianza. La industria salmonera tiene los ojos puestos en la economía circular porque no sólo tienen productos orgánicos del salmón, sino que también envases. Su visión es convertirse en una industria cero residuos. Además, hay un ingrediente de sofisticación. No es sólo exportar materias primas, sino que migrar a una matriz exportadora con más valor agregado y más tecnológica.

Si hay una buena acogida en algunas empresas y además existen fondos públicos ¿Cuáles son las brechas actuales para el desarrollo de estos proyectos?

Creo que la industria nacional no está acostumbrada a invertir en estas investigaciones tan riesgosas y no es fácil cuando los montos no son menores. Nos queda mucho por avanzar para superar una brecha cultural sobre los mitos que existen entre universidad e industria. En referencia a las brechas, el colágeno líquido tiene ciertas complejidades técnicas que vamos tener que manejar y, por otra parte, nuestras materias primas están en zonas extremas y la logística para residuos no está resuelta. Nosotros estamos estudiando instalar una planta pre-productiva que nos permita tener mayores cantidades de producto para comercializar para el uso alimentario.

¿Qué otros problemas han tenido que abordar en sus proyectos?

Estamos buscando socios comerciales e inversión privada. Necesitamos obtener 500 gramos de colágeno a la semana y sólo sacamos 50 gramos. Es decir, necesitamos escalar 10 veces el proceso. Es muy importante contar con un escalamiento preindustrial o poder enviar muestras para prospectar clientes. En algún momento llegó un cliente extranjero que nos pidió 8 toneladas de colágeno alimentario. ¡Cómo le explico que estoy sacando 50 gramos a la semana! Hay interés, pero hay una necesidad de escalamiento y de pilotaje en la industria alimentaria y que Corfo, a través de sus programas y proyectos, busca solucionar.

En este escenario de pandemia, ¿Cuál crees que es el futuro de estas investigaciones tecnológicas del área de alimentos y biomedicina?

Si hay que sacar algo bueno de la pandemia es que la sociedad pueda entender  el rol que tiene la ciencia para mejorar la vida de las personas y salvar vidas. Me parece que el desarrollo científico aplicado a la salud de las personas está en un muy buen pie. Tenemos la posibilidad de madurar de forma más consciente o despertar un mayor interés en este tipo de tecnologías. También vimos que las industrias que no innovan se van quedando atrás. Las empresas están llamadas a repensar sus modelos de negocios, su matriz productiva y su compromiso ambiental. Hay que avanzar en la búsqueda de soluciones más sustentables e incorporar procesos de economía circular en los negocios.