Si bien Chile ya es potencia exportadora en categorías de alimentos
como uvas, arándanos y salmón, la creciente demanda en el mercado nacional e
internacional por ingredientes saludables, ofrece al país la oportunidad de
diversificar y sofisticar su oferta exportadora. ¿Cómo lograrlo? Camila Comas, Agente
de Promoción de Inversión Extranjera de InvestChile y Gabriel Parra,
Sectorialista de Alimentos Funcionales de ProChile analizan el escenario.
Según cifras de ProChile, las exportaciones chilenas de alimentos en el
año 2017 llegaron a US$ 15.751 millones, siendo sus principales compradores
Estados Unidos, Japón y China. Los productos exportados van desde las uvas
frescas al jurel congelado, lo que refleja la gran variedad de productos que está
respaldada en una diversidad de climas a lo largo de nuestro país, lo cual constituye
una de las grandes ventajas competitivas de Chile. Esta ventaja, también
permite la presencia de especies nativas o endémicas, como son el maqui, el
calafate, la papa chilota, entre otras.
Gabriel Parra, Sectorialista de
Alimentos de ProChile, explica que a partir de estas materias, se pueden
extraer ingredientes y aditivos para satisfacer la creciente demanda
internacional por alimentos saludables y funcionales. “La Oficina Comercial de ProChile en Los Ángeles, Estados Unidos, ha
detectado oportunidades en productos tan variados como los berries,
especialmente el maqui, y otros productos como la espirulina, extractos de té
verde y el omega-3, entre muchos otros”.
Por otro lado, hay nuevos
mercados como el alemán, “que es uno de los principales consumidores de
alimentos saludables, especialmente orgánicos, impulsado por el segmento de los
millenials. En este país se destacan
las oportunidades para los polvos de frutas, derivados de goji berries, acaí o
lúcuma, especialmente para aquellos que se venden en formato para consumidor
final. El crecimiento del consumo de esta categoría está proyectado en un 1,7%
para el periodo que va entre 2018 y 2022”, comenta Parra.
A pesar del
positivo escenario que enfrenta el país, Gabriel Parra comenta que aún hay
temas que abordar, como la promoción internacional: “Si bien Chile es conocido
por ser un productor de alimentos, no lo es en el desarrollo de ingredientes. Por
lo tanto, la promoción internacional es muy importante para la
internacionalización de las empresas que elaboran estos productos. ProChile
posee la herramienta del Concurso Silvoagropecuario, el que cofinancia a las
empresas para el desarrollo de actividades tales como visitas a ferias
internacionales, invitación de potenciales clientes, estudios de mercados,
entre muchos otros”.
Desde la
vereda de InvestChile, Camila Comas, Agente de Promoción de Inversión
Extranjera de esta entidad, explica que Chile es visto como una plataforma de
producción limpia y confiable por empresas europeas y norteamericanas, lo que
ha incrementado su inversión. Así
también se tiene que “la
contingencia internacional ha generado que cada vez más empresas asiáticas e
incluso latinoamericanas vean a Chile como un destino seguro para asegurar sus
inversiones de mediano-largo plazo”.
Comas
coincide con Parra en la existencia de esta demanda internacional por productos
naturales y saludables, lo que “ha llevado a empresas del hemisferio norte a
instalar capacidades de procesamiento en contra estación, donde Chile suele ser
un candidato robusto en virtud de atributos reconocidos, y fundamentales para
las inversiones de largo plazo: estabilidad político-económica, la existencia
de reglas claras y una institucionalidad que vela por su cumplimiento”.
Ambos ejecutivos coinciden en que el llamado es a
continuar con los esfuerzos en la diversificación y agregación de valor desde
el origen, con foco en el mercado de destino y el consumidor final, y que los
caminos para lograrlo son a través de la innovación y el trabajo colaborativo.
“No es casual que los países líderes en la
exportación de alimentos, con características semejantes a nuestro país, hayan
sustentado su modelo en la colaboración entre privados, así como también en
iniciativas público-privadas. ¿En qué se traduce esto? En asuntos tan sencillos
como el compartir y complementar las capacidades tecnológicas y el know-how. Son estas alianzas las que
permiten abordar las brechas existentes de manera efectiva, canalizar los
requerimientos de cada sector, acelerar la innovación y responder a los
mercados internacionales de manera efectiva”, explica Camila Comas.
Desde el punto de
vista de la innovación, Gabriel Parra afirma que “es fundamental el desarrollo
de nuevos productos, de nuevas metodologías o modelos de negocios que puedan
abordar las empresas. Acciones de apoyo por instituciones como CORFO o la Fundación para la Innovación Agraria
(FIA) para la generación de iniciativas colaborativas como los Polos
Territoriales, el Consorcio de Ingredientes (IFAN) o el Centro Tecnológico para
la Innovación Alimentaria (CeTA) son muy relevantes para la superación de los
desafíos tecnológicos que presenta esta industria, y que permitirán obtener una mayor variedad de productos con
valor agregado, donde se incorpore tecnología de punta para cumplir con los
requerimientos del mercado internacional”.